miércoles, diciembre 28, 2005

Amigos de los genocidios

Las armas biológicas se han convertido en una “gran amenaza” Los gases, compañeros inseparables del hombre y necesarios para preservar la vida en el planeta, pueden también convertirse en sus peores enemigos. Al igual que ocurrió con la dinamita, creada para beneficiar a la humanidad, no para atentar contra ella, el desarrollo biológico ha tomado un papel negativo determinante en el transcurso de la historia mundial. Según EFE, con la intoxicación de 78 personas en un comercio de Rusia el pasado martes a causa de la utilización de un gas, resurge el debate de las sustancias tóxicas y el poder mortal que poseen. La BBC, en un artículo publicado en 2001, alerta que los gases se han convertido en armas rápidas, sencillas, económicas, pero sobre todo, muy extendidas y eficaces en su utilización, ya que no atentan contra objetivos materiales sino humanos. El dióxido de azufre, el metilmercaptano, el cianuro de hidrógeno, el gas sarín, el gas mostaza o el bencilato de quinuclidinilo, entre otros, pueden no ser conocidos pero estas sustancias han sembrado el pánico en algunos momentos de la historia: el genocidio de Hitler, la matanza kurda de Halabja o una noche para el recuerdo en el Teatro Central de Moscú, donde murieron 119 personas, la gran mayoría rehenes de un grupo terrorista checheno, a causa del gas utilizado por el ejército ruso. La hipocresía internacional es uno de los factores que ayudan a la proliferación de las armas biológicas. Los países las tienen, las producen, pero no reconocen que lo hacen, afirma el dominio sepiensa.org. Según esta página web, muchos países producen aún este tipo de gases, entre ellos Estados Unidos, Francia, Vietnam, China, Irán, Iraq, Corea del Norte, Corea del Sur, Libia, Serbia, Siria y varias repúblicas integrantes de la extinta Unión Soviética. La experiencia de Tokio El alcance y la facilidad de acceso a las armas biológicas se hizo patente una mañana de 1995, cuando una secta religiosa gaseó el metro de Tokio repleto de pasajeros. Se utilizó para ello el gas sarín, que afecta al sistema nervioso y que puede ser mortal en grandes cantidades. En la Guerra del Golfo, soldados estadounidenses aseguran que fueron gaseados. Quizás nunca se sepa, pero siempre será una realidad el temor a su ataque.— Javier Caballero Lendínez y Francisco Uicab Cabrera

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